Todos sabemos que el cambio es algo inevitable, todos hemos vivido en nuestra a pieles el sufrimiento de los desamores y los conflictos, todos tenemos claro que la enfermedad y la muerte son dos certezas absolutas y sin embargo seguimos buscando la estabilidad, el amor eterno y la inmortalidad.
El yoga afirma de forma rotunda que las transformaciones esenciales de la existencia son fruto de un proceso natural y que nosotros lo único que podemos hacer es limpiar los surcos de los arroyos, como lo hace un agricultor, para que el agua fluya de acorde con su naturaleza.*
Arvind Pare, en sus charlas suele contar la historia del hombre que queria coger el autobús del otro lado de la carretera para ir la biblioteca, fin noble y útil en si mismo. Cuatro cosas pueden ocurrir: 1) Cruza la carretera y mientras espero el autobús aparece un amigo en coche que por casualidad va a ir a la misma biblioteca que tú. Fantástico, es mejor de lo que imaginaba. 2) Cruza la carretera, espera por el autobús 5 minutos, se sube y va como previsto a la biblioteca. Fenomenal, lo que esperaba. 3) Cruza la carretera justo cuando está llegando el autobús, da una carrera pero ya no llega. Lastima, va a llegar tarde a la biblioteca. 4) Cruza la carretera y justo en el medio tropieza y se cae de bruces, viene un coche que lo pilla y lo manda para el hospital 15 días. Que desastre, cómo podría él imaginar tal escenario.
Así es la vida. A veces mejor de lo que esperas, otras peor, muchas veces lo que imaginabas y otras veces suceden cosas inimaginables. Tentar controlar todo se transforma en un ejercicio agotador. "Do your practice and all is coming" decía Pattabhi Jois. Cava el arroyo y el agua fluirá. A veces más agua de la que imaginabas y a veces queda el surco seco, pero eso no es excusa para no preparar la tierra.
Hace poco celebramos el cumpleaños de mi hija Chloe en el centro de yoga. Construí un castillo de cartón de la altura de niños de 7 años, hice una especie de barca medieval y colgué del techo decenas de cuerdas donde pegué un sin número hojas de otoño. Al final tenía un bosque encantado. Miraba con asombro la metamorfosis de un centro de yoga en un bosque encantado. Fueron unas 5 horas de trabajo para un cumple de 3 horas. Después llegaron 12 mini terroristas que transformaron el bosque encantado en una escombrera de cartón. Yo observaba con espanto la indiferencia de ellos al cambio que ellos mismo producían. Intentaba yo también quedarme relajado cuando uno de ellos me aparece con un trozo de zocalo en la mano o cuando el tope de la puerta corredera ya no tenía efecto e los portazos arrancaban trocitos de pared.
Fue todo un ejercicio de aceptación (o quizá de un padre permisivo que se deja abusar por unos mini seres humanos). Me recuerda aquellos mandalas budistas de pétalos de flores que tardan 6 meses en construir y que después los destrozan con uno solo gesto para demostrar que la vida es efímera.
El cambio es un dogma, si nos aferramos al no cambio sufriremos. Y la manera que el yoga propone para solucionar este problema es precisamente la distancia. Conseguir que el observador se aleje del observado, intentar evitar la unión del vidente (el que ve, draṣṭr̥) con lo visto(dr̥śyaḥ )**. Yo estoy aqui, el mundo sucede allí. Yo soy un ser inmortal y permanente (purusha) y el mundo donde yo disfruto de las experiencias es impermanente y mortal (prakritti).
¿Que ganas con todo esto? De una cosa estoy seguro, sufres menos.
*
Yoga Sutras IV.2: jaty-antara-parinamah prakrity-apurat
Yoga Sutras IV.3: nimittam-aprayojakaṁ prakr̥tīnāṁ-varaṇa-bhedastu tataḥ kṣetrikavat
**
Yoga Sutras II.17: drashtri-drishyayoh sanyogo heyahetuh
Comments