En Octubre de 2020 cumplió 20 años de mi primera práctica de yoga. Es un buen momento para mirar hacia atrás y ver lo que ha pasado, cuales han sido los regalos que esta disciplina, práctica, filosofía me ha aportado:
Una práctica que te hace sentir bien: cuando uno vuelve voluntariamente a algo es porque te aporta algo bueno.
Una fuerza y una flexibilidad que parecían imposibles: llegar a lugares con tu cuerpo que tu mente catalogara como inalcanzables.
Salud y vitalidad: te sientes bien, ligero, jóven.
Una autoconfianza inexistente hasta ahora: una vez que alcanzas algo imposible en la esterilla, entonces fuera de ella empiezan a suceder cosas inesperadas.
La capacidad de soportar las contrariedades: la espera necesaria para que el cuerpo se abra, la paciencia que uno desarolla para aprender a estar en la postura, el tiempo para que una molestia desaparezaca o un dolor se cure te aporta una fortaleza bélica.
Una relación sana e instructiva con el dolor: no lo quieres pero cuando viene te enseña algo, el dolor como maestro.
Una visión del mundo más amplia: te estiras hacia el infinito y encuentras nuevas puertas, nuevas posibilidades, nuevos mundos, nuevos amigos, nuevas experiencias.
Un espejo de ti mismo que te dice como estás sin mentirte: todos los días haces lo mismo, todos los días te sientas y observas, todos los días haces el saludo al sol y entonces empezas a darte cuentas de ciertos patrones mentales, ciertos hábitos que se repiten. Te conoces mejor y puedes mejorar.
Un laboratorio para experimentar con tu cuerpo, tus emociones, tus percepciones.
Como profesor la capacidad de observación: son miles de horas viendo cómo se mueven los alumnos, cómo reaccionan en determinadas circunstancias y a determinados estímulos.
Comprender las difcultades de los demás: observando las dificultades de los alumnos descubres que para poder no basta querer. Puedes cambiar tu atitud pero los límites físicos de cada persona varían y debes saber gestionar eso de forma positiva.
El privilegio de levantarse cada día con ganas porque lo que vas hacer es lo que más te gusta: practicar y enseñar yoga.
Un trabajo y un sustento de vida.
Una familia: mi mujer era mi alumna, mis hijos son mi extensión.
Conocer personas interesantes y curiosas: músicos, médicos y pintores. Enfermeras, empresarios y funcionarios. Almas libres, padres agobiados y jóvenes entusiastas. Cada persona es una oportunidad para aprender.
Trabajar con personas diferentes: juntar el yoga con la música, el teatro, la poesía, la pintura, la escultura e incluso las flores.
Viajar a lugares distantes en busca de profesores y enseñanzas.
Estudiar filosofía oriental en profundidad por el simple placer de entenderme un poco mejor.
El despertar de un mundo espiritual. La necesidad humana universal de encontrar una respuesta para lo misterioso de esta vida acaba siempre por hacerse visible en algún momento de nuestras vidas. El yoga le da visilidad, es un escenario donde esta urgencia se puede expresar.
Desapego (en justa medida) respecto a lo que la vida te va proponiendo.
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